Hemos aprendido a persistir, insistir y resistir, a dar lo mejor hasta el final para no quedarnos con la espinita de que “fue por nosotros” que algo falló y no funcionó, e incluso cuando alguna relación nos hace daño podemos darle no sólo una oportunidad, sino una segunda, tercera y tal vez, hasta séptima oportunidad, porque “por nosotros no va a quedar” o “tal vez, sólo sea cosa de echarle ganas”.

La permanencia en una relación que nos lastima en ocasiones tiene que ver con una falta de amor propio, en otras con ingenuidad, falta de malicia, desconocimiento, o también como resultado de un aprendizaje en el que el maltrato es la constante y lo “normal”, lo que eleva la tolerancia a situaciones que de otro modo no se aceptarían; cada caso es diferente sin embargo las banderas rojas que indican que algo no va bien van apareciendo y más valdría tomar aire y atenderlas.

Pero no siempre es tan sencillo como parece. Alejarse y tratar de ponerse a salvo puede convertirse en una batalla interna para la cual es probable que no se tengan las herramientas o la fuerza para salir triunfantes; desde fuera y sin estar involucrados, incluso desde la propia experiencia, parecería fácil agarrar valor e irse y por ello se emiten opiniones que lejos de apoyar o empatizar con la persona que está en el mal momento, la re victimizan al hacerla responsable del abuso o maltrato que está viviendo.

Y es que irse de los lugares y de las personas que nos causan daño no es un proceso sencillo, es necesario darse cuenta de lo que está sucediendo y en muchas ocasiones la vivencia está distorsionada malintencionadamente y entonces se siente como que algo malo sucede pero al mismo tiempo parece que no es así o que al menos no es tan malo como para huir, y ante la duda se permanece de donde es necesario huir.

Se rompe un poco el corazón cuando te das cuenta que necesitas alejarte de las personas que amas pero que sus actitudes o sus palabras te lastiman, (¿cómo es que si lo quiero tanto es así conmigo?, si somos amigos / pareja/ familia ¿cómo puede comportarse así?) y podemos llegar a creer que nuestro afecto puede mejorar las cosas o convencer a la otra persona de tratarnos mejor, pero hay casos en los que no es así, y necesitamos estar atentos a ello.

Hay ocasiones que no se trata de un mal entendido, de una comunicación fallida, de un mal momento entre dos personas que no supieron comprenderse o que no encontraron como relacionarse de manera sana, hay veces que por más esfuerzos que se hagan la relación no marcha, no funciona, no aporta y muy al contrario, desgasta, drena, intoxica. Lo mejor entonces es salir corriendo, como dice el dicho “mejor aquí corrió que aquí quedo”.

Y no se entienda que llamo a la irresponsabilidad afectiva, sino dándote cuenta que la relación no puede ser recíproca, ni sana, ni empática, encuentres el camino que te permita ponerte a salvo, física, mental, emocional y espiritualmente.

Sé que suena dramático pero hay que decirlo, hay relaciones en las que se siente que algo checa pero no cuadra, y uno duda porque la intuición dice que algo está pasando, pero estamos tan acostumbrados a racionalizar o a esforzarnos que no nos damos cuenta que no sólo no da para más, sino que no tiene buen principio, desarrollo ni final y hay que dejarlas marchar, sin esperar una explicación, un “buen cierre”, una oportunidad de cambio.

Soltar lo que nos hace daño, puede ser intensamente doloroso, sobre todo cuando abundan las interrogantes del qué hubiera pasado o del porque las cosas han sido así, o cuando cargamos con la culpa de lo que ha sucedido, pero como en algunas películas de miedo o de acción, más valdría correr e investigar después qué es lo que ha sucedido.

Cuida de ti, ponte a salvo y si no sabes cómo o sientes que no puedes ¡por favor. pide ayuda!

Escrito por

Write A Comment

Pin It