Simba, en la película del El Rey León, no quiere esperar: quiere ser el rey ¡ya! Sin embargo, eso no es posible, porque en ese momento hay un rey en el trono y tendrá que esperar a que ese espacio esté disponible; será para él, pero hay que esperar el tiempo correcto.
Hay cosas que tardan en llegar: un amor, una promoción, la consolidación de un proyecto, un bebé, una noticia que cambie el rumbo de las cosas… Hay cosas que llevan tiempo y uno no siempre está dispuesto a esperar o se cansa de tanto esperar. Queremos que se cumplan nuestros deseos y nuestros sueños ¡ya!
Pero no todo gira en torno a nosotros y nuestros deseos, las flores abren cuando tienen que hacerlo, los bebés llegan incluso en los momentos más inesperados y hay cosas que no se realizarán por mucha voluntad, esfuerzo y deseo que tengamos.
Vivimos tan rápido que nos apura que las cosas sucedan de la forma que nos gustaría o que creemos que son mejores, en el momento que nos place, pero no, no todo depende de eso y es necesario aprender a esperar.
Es posible que nos resulte difícil practicar la espera porque deseamos resultados rápidos, porque no confiamos en el proceso, porque creemos que es mejor llegar a la meta que experimentar y disfrutar todo el recorrido.
¿Qué pasaría si soltamos las expectativas del resultado o del tiempo en el que tienen que suceder las cosas? ¿Qué podríamos hacer mientras esperamos?