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Desarrollo Humano

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En la columna pasada reflexionaba sobre el antes de que el cuerpo se enferme, sobre esas señales que te envía el cuerpo para procurarlo y la importancia de conocernos para saber cómo cuidarnos. Hoy quiero ponerte sobre la mesa el momento en el que el cuerpo se encuentra enfermo y requiere atención.

Todas las enfermedades tienen su historia, evolución y tratamiento, y con frecuencia siendo pacientes desconocemos mucho de lo que nos sucede al enfermar, no siempre buscamos al especialista adecuado, ni nos apegamos al tratamiento que requerimos para superar ese momento, e incluso vamos más allá, nos sobre exigimos el “estar bien” o el continuar en operación de nuestras actividades, aún enfermos.

Si bien, mantener una actitud positiva ante la enfermedad es fundamental en la recuperación, hay quienes promueven y se mantienen en un estado “como si” no estuvieran pasando por la experiencia de la enfermedad, y ¿no sería esto una especie de desconexión o de auto maltrato que valdría la pena valorar y revisar? ¿Qué sucedería si aceptamos que somos humanos y que enfermarnos es parte de serlo?

– ¡Pss! ¡Pss! ¡Me duele mucho, desde el cuello hasta la cintura; traigo mucho peso cargando!-, dijo la espalda.

– Eso que piensas una y otra vez ¡me está estallando!-, dijo la cabeza.

– ¡No puedo caminar más, me aprietan demasiado!-, dijeron los pies.

– ¡No puedo digerir todo eso!-, dijo el estómago.

– Todo lo que quisiste decir… y no dijiste… se me quedó atorado-, dijo la garganta.

– Este lugar no es seguro para nosotros ¡salgamos de aquí!-, dijo ese espacio entre el pecho y el estómago.

Si tu cuerpo pudiera hablar ¿qué te diría?… ¡Oye! El cuerpo sí te habla, sólo que no siempre le prestamos atención a lo que dice y lo dejamos para después, como si no fuera importante, y es que andamos siempre con prisa atendiendo otros asuntos.

Nuestro cuerpo tiene su propia voz y nos indica lo que necesita, lo que le gusta y lo que no le gusta; como un auto, tiene sus indicadores y sus alertas encendidas cuando requiere atención y mantenimiento. Tú ¿conoces la voz del tuyo?

¿Has escuchado la canción de “Lo noto” de los Hombres G? dice algo como: “lo noto, sé que nos pasa algo, aunque selles tus labios el mal rollito entre los dos lo noto… -sé que no estoy loco y lo noto… aunque tú me lo niegues no queda más que nieve… noto que mi corazón, no sé, no va… ya se va acabando el aire entre nosotros y lo noto…”, y así en ocasiones nos encontramos en lugares, relaciones o situaciones en las que el ambiente se ha enrarecido; algo ha pasado, se nota, pero a veces uno mira para otro lado; a veces es que no es muy claro lo que está sucediendo y sólo es una sensación de que algo está pasando, pero quizá ya es momento de irse.

¿Cuántas veces nos hemos quedado más de lo esperado? No nos vamos hasta que es insoportable la permanencia e insostenible la convivencia; “invertimos” bastante tiempo y energía buscando “buenas” razones para quedarnos; estiramos lo más que podemos los recuerdos gratos; nuestro buscador de esperanza se activa e intenta localizar pequeñas acciones, detalles o momentos que puedan dar “vida” y proporcionar un poco más de esa experiencia, porque de algún lado aprendimos que “aquí nadie renuncia” y que “hay que hacer todo y dar todo para que no quede en uno”, aunque eso no dé para más desde hace tiempo.

Recientemente, mi hijo mayor participó en un taller en línea sobre emociones. Me pareció que, en las condiciones que vivimos por la contingencia sanitaria, contar con un espacio donde pudiera aprender a identificar sus emociones y hablar de ellas podría ser una buena herramienta, no sólo para este momento, sino para la vida.

Resultó algo realmente significativo, no sólo para él, sino para mí, pues me hizo reaccionar sobre un aspecto que durante este tiempo se ha olvidado: la alegría.

En la película Intensamente, el personaje Alegría es una chica que derrocha energía: siempre alegre, con pensamientos y actitud positivas, en movimiento constante y sin rendirse, a pesar de las pruebas. Es como una pila que transmite carga o un foco sonriente que alumbra. ¿Recuerdas algún momento en que te sintieras así?

Desconozco si en otro tiempo, en tan pequeño lapso, se habían dicho tantas condolencias, tantas palabras tratando de brindar algo de consuelo ante la pérdida de un ser amado, un amigo, un familiar, un compañero de trabajo; no sé si antes se han hecho tantas oraciones, se han pedido tantas bendiciones, y se han elevado tantos pensamientos por aquellos que han partido y más, por aquellos que se han quedado en el desamparo y la soledad.

¿Qué hacer ante la pérdida de las personas que han compartido con nosotros el camino? ¿Cómo acompañarnos en un momento en el que pareciera que todos van teniendo una ausencia? ¿Qué hacemos con ese “vacío” que deja la pérdida?

Desde aquellos días en los que San Valentín se opuso a la orden de prohibir los matrimonios para los jóvenes y continúo celebrando matrimonios en secreto, o de aquellos en los que se inició la comercialización de la celebración del amor, a este febrero en medio de una pandemia, muchas cosas han ido cambiando en torno a las relaciones amorosas, y es que el ser humano es así, dinámico. Hoy resulta importante plantearnos qué tipo de interacciones queremos en nuestra vida e ir construyendo relaciones más sanas.

En nuestro beneficio, por nuestra salud mental y emocional, valdría la pena revisar las creencias que tenemos respecto al amor y a las relaciones de pareja, sobre todo aquellas que han dado pie a normalizar y romantizar el maltrato y que se convierten en una especie de telaraña de la cual en muchas ocasiones es muy complicado salir, una vez atrapado en ella.

Quizá es radical pensar en eliminar de tajo y sin miramientos aquellas relaciones que no aportan y que generan intranquilidad, pesar, inestabilidad, incertidumbre, tristezas y más dudas que alegrías, simplemente porque roban energía, tiempo, espacio y recursos que son limitados, y porque influyen en la calidad de vida que tenemos. Una mala relación puede impactar brutalmente en la vida de una persona, hasta dejarlo devastado.

Pero, ¿cómo saber que la relación en la que estamos puede no sólo no ser positiva sino ponernos en riesgo?

¡Banderas rojas!

Soy de esa generación que cuando fui bebé mi mamá me llevó a vacunar, ella no dudó si había que hacerlo o no. A las personas que conozco sus papás los vacunaron. Somos esa generación con padres y abuelos que ahora están en riesgo y que la vacuna podría hacer una diferencia entre todo este caos.

Por algún lado es necesario empezar, por el personal del sector salud que han dado todo y más en esta contienda, y después nuestros adultos mayores. Muchas cosas se tendrán que resolver pero sin duda será un respiro en las preocupaciones saber que nuestros padres y abuelos están vacunados. Hay una frase que reza algo como “uno como quiera pero ¿y las criaturas?” y hoy podríamos decir que “uno como quiera pero ¿y los abuelos?

A veces me gusta pensar en la vida como si fuera una serie de televisión, con momentos críticos y capítulos de cierre de temporada, escenas graciosas, dramáticas y soundtrack, en el que uno resulta no sólo el actor principal, sino el escritor, corrector, iluminador y director.

Si pudieras ver tu vida como una serie, una película, un documental, o algún otro tipo de material audiovisual, ¿cómo cual sería? ¿Qué escenas serían fundamentales para explicar lo que ahora le pasa al personaje principal? Y si fuera posible como hacen en los cómics de súper héroes que existiera un universo alterno o paralelo, ¿cómo te imaginas que sería el tuyo?

Nuestra historia no sólo es lo que nos sucede, también es aquello que nos va pasando cada que contamos lo que hemos vivido, incluso puede transformarse y transformarnos al contarlo de manera diferente.

¿Qué hay después de la escuela? Si, después del momento que decides ponerle fin a tus días de alumno en un sistema de educación formal, te has preguntado ¿qué más hay para ti?

Después del año atípico que hemos pasado y considerando lo “imprevisible” que se presenta este 2021 es que en estas líneas preferí no hablar de propósitos de inicio de año, sino en algo que podríamos nombrar como “Plan de crecimiento”, es decir, hacer nuestra propia currícula con las cosas que nos gustaría aprender este año, sin importar la razón y que en nuestro interior sabemos nos pueden contribuir como personas.

¿Por dónde empezar? Si no estuvieras tan “encajonado” en tu formación profesional o en tu quehacer laboral ¿a qué áreas les darías una oportunidad?

Aunque es posible abrir y cerrar ciclos todos los días y en cada momento, los seres humanos de esta época hemos coincidido que cada 365 días se termina un ciclo y comienza otro. Cada año que termina solemos reflexionar sobre las experiencias vividas e intentamos visualizar el nuevo año como el terreno fértil para alcanzar nuevas metas.

Si te pidieran definir en una sola palabra la vivencia de este 2020 ¿cuál sería?

La vida es, la vida ocurre y nosotros vamos experimentando desde nuestro ser humano el hecho de estar vivos, en el que nos encontramos más o menos capacitados para enfrentar cada uno de los momentos que se van presentando. Este año, quizás como nunca antes, fue como un amplificador que hizo ineludible el darse cuenta de qué estamos hechos, qué tipo de vida llevábamos y qué es lo importante para cada uno. La vida diciendo: “ahora si no puedes escaparte de mirarte a ti mismo y a lo que hay en tu vida”.

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