Siempre he creído que la libertad es la capacidad que tenemos para escoger el camino y nuestras acciones. Algunos escogen un camino que les lleva a estar entre cuatro paredes donde no hay mucho que decidir o escoger. Al momento de escribir las siguientes líneas viene a mí un recuerdo, una nota publicada en los medios y una inquietud que me gustaría compartir contigo.
El recuerdo es de hace algunos años, en un Centro de Readaptación Social, donde fui testigo de la entrega de unas libertades anticipadas, a unos hombres que momentos antes de llegar nosotros tenían la certeza de pasar algún tiempo más en aquella prisión y que al recibir la noticia de su liberación lloraron y se aferraban aquel papel que les devolvía al mundo con incredulidad, con temor de ser víctimas de una macabra broma, y con terror de enfrentarse a una sociedad que seguramente los haría a un lado a pesar de no llevar el uniforme. Aquel lugar no lo olvido, con sus largos pasillos, sus paredes frías, descarapeladas, con barrotes, y sus internos, que según me dijeron eran distintos, porque ahí había más por delitos contra la salud que homicidas o violadores.
La nota publicada en un diario menciona que se ha detectado en una escuela de Iztapalapa en la ciudad de México que el 60 por ciento de los padres de los alumnos están recluidos en algún penal de la capital. La inquietud proviene de darme cuenta que cada vez más incrementan los delitos en los que están involucrados jóvenes, y familias enteras, como sucede en el caso del secuestro o el narcotráfico, principalmente.
Es urgente transmitir valores que fortalezcan a las familias y a los individuos para alejarlos de los caminos que pueden conducirlos a la pérdida de su libertad
Todo esto, el temor de aquel que perdió su libertad y es devuelto a la sociedad; aquel que está preso y la familia que carga con ese estigma; y familias enteras delinquiendo, son el foco rojo de un problema que como bola de nieve crece y alrededor del cual se ha investigado mucho, se ha señalado otro poco pero casi nada se ha hecho por falta de voluntad, por corrupción e impunidad. Es un hecho que el sistema penitenciario, el sistema de justicia y los programas tienen por objetivo la readaptación y reinserción a la sociedad de todos aquellos que pasan por la prisión tiene que ser transformado desde sus cimientos: pero lo que es más urgente es la necesidad de transmitir aquellos valores que fortalezcan a las familias y a los individuos para alejarlos de los caminos que pueden conducirlos a la pérdida de su libertad.
Publicado en la Revista Signo de los Tiempos, Año XXIII, No. 172, noviembre de 2007, pag. 10.