Siempre he creído que el sueño es sagrado, es el recurso que tiene nuestro organismo para repararse y seguir adelante, soy una convencida de que “sí amas a alguien, déjalo dormir”. Los investigadores del sueño dicen que dormir bien tiene múltiples beneficios: ayuda al metabolismo a funcionar adecuadamente, aumenta la resistencia física, reduce el estrés, combate la irritabilidad, el mal humor y la depresión; durante el sueño se fortalece la memoria, mejora la capacidad de aprendizaje y de concentración; el sueño favorece que produzcamos ideas nuevas y seamos más creativos.
No dormir bien tiene efectos contraproducentes: nos volvemos menos receptivos a las emociones positivas y aumenta la probabilidad de desarrollar depresión o favorecer la aparición de alguna enfermedad mental; la falta de sueño aumenta los niveles hormonales que no permiten mantener un peso saludable, además se debilita el sistema inmunológico dejando propenso al organismo a enfermedades; la afectación en la concentración y en la creatividad puede tener efectos en el tiempo de reacción y la toma de decisiones.
En conclusión, dormir es bueno para la salud física y mental, es vital para el ser humano; podría decirse que quien duerme mal vive mal.
Lamentablemente nos hemos acostumbrado a mal dormir y a vivir con déficit de sueño, andamos por ahí malhumorados, con la nube negra en la cabeza, con olvidos frecuentes, adormilados y cansados, estresados más allá de lo necesario, o de lo que nuestras actividades ameritan; con hambre y sobrepeso, con las emociones desbordadas, etc, etc, etc… sufriendo los efectos de malos hábitos de sueño.
Pero si el sueño es tan importante, ¿Qué pasa con las mamás? Si parece que parte de la actividad maternal es no dormir. Hay cosas de las que aún no tengo respuesta, por ejemplo: ¿cómo puede una mamá rendir el 1000% y hacer (y dar) lo mejor que le es posible sino duerme (o duerme muy poco o a intervalos)?
¿De dónde saca buenas ideas, paciencia, tolerancia, un cerebro de mamá que no ha descansado porque no se duerme lo suficiente? ¿De dónde un cuerpo saca fuerza para cambiar (y cambiar) pañales, preparar comida, pañaleras, cargar bebés, ir a trabajar y todavía sonreír?
Creo que nunca me he sentido tan exhausta y desbordada (y si antes lo pensé, ahora sé que estaba exagerando) y ya estoy pensando que además de la demandante tarea maternal es por el atentado a mis horas de sueño.
Ya sé que de alguna forma “se puede”, para ejemplo basta ver a los millones de madres mal dormidas que andan por ahí haciendo malabares para exprimir al máximo las horas del día y de la noche para cumplir y atender todo.
Es común escuchar cuando estás embarazada comentarios como “duerme todo lo que puedas porque después ya no podrás” o “cuando eres mamá nunca vuelves a dormir igual”.
He aquí una injusticia de la vida, el cansancio y la falta de sueño se acumula y te pasa la factura tarde o temprano, las horas que no duermas nunca las recuperarás y por consiguiente sus beneficios nunca los sentirás y muy al contrario te vas deteriorando, por el contrario; el descanso no se acumula ni las horas “de más ” que dormiste en algún momento de tu vida no las tendrás nunca para utilizarlas en aquellos momentos en los que la actividad maternal no te deje pegar el ojo en toda la noche (o en varias noches), ni dormir plácidamente o dormir más de cuatro horas seguidas.
Dormir bien es un placer, es bueno para la salud, es vital para el ser humano… y para las mamás se convierte en un lujo.
¿Cómo seríamos las mamás si durmiéramos más?
Sueño guajiro de mamá.
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