En casi 35 años no había caído en la cuenta de que los bebés lloran, lloran mucho y casi todo el tiempo, no lo supe hasta que llegó Emiliano. Recuerdo vagamente en mis días de infancia a mi hermano cuando era pequeño que lloraba y lloraba, parecía que hacía berrinche por todo y sólo quería estar con mi mamá, en aquellos días me parecía tan extraño, no lo comprendía.
En algún momento llegue a ver a alguna mamá apurada y casi avergonzada en algún lugar público tratando de calmar a su pequeño que rompía con la tranquilidad con sus gritos y lloriqueos, tampoco entonces comprendí que sucedía. Mi escasa experiencia y convivencia con niños no me dejó anticipar lo que se avecinaba al tener un bebé en casa.
Si, los bebés lloran.
A las dos semanas de ser mamá me parecía que Emiliano lloraba todo el tiempo y por todo, aquello no era lo que había imaginado de la “maravillosa experiencia”, ahora a la distancia me doy cuenta que mis hormonas y mi alto nivel de cansancio me tenían en un punto extremo de sensibilidad, aunque sí, él lloraba todo el tiempo… ¿por qué? Simplemente porque los bebés lloran.
Una mañana mientras mi bebé dormía y yo trataba de desayunar algo, llegue al límite, me sentí desbordada por la “experiencia maternal” y me derrumbé, rompí en llanto al anticipar que se despertaría queriendo comer otra vez pero antes de eso lloraría nuevamente. En algún lado leí que es posible tener baja tolerancia al llanto, tal vez eso me sucedía a mí, reconozco que hay ruidos que me son muy molestos y me alteran, tal vez soy muy sensible y el estar exhausta no ayuda cuando hay un pequeño cuya forma de comunicarse es el llanto.
Entiendo que la naturaleza nos ha dotado de lo necesario para sobrevivir, que el llanto es una herramienta para que el mundo exterior se haga cargo del pequeño que de otra forma no sobreviviría, comprendo que es la única forma de comunicación que tienen, que lloran de manera diferente ante cada necesidad que tienen e incluso se dice que la madre puede identificar claramente el llanto de su hijo y el por qué llora. A mí, cada que llora me dan ganas de salir corriendo para el otro lado.
Haga lo que haga, él llora.
Parece que exagero e incluso me he sentido tan mala madre pensando y diciendo todo lo anterior, sobre todo cuando otras mamás o personas con más conocimientos en bebés me dicen que el mío es un ángel, y yo sé que si lo es, que hay niños que lloran aún más pero es que de plano eso de que llore es todo un tema para mí, es algo que aún me cuesta trabajo.
Mi hijo está creciendo y ahora que llora parece que hace berrinche por todo, yo sé que no es así, yo sé que llora porque es su forma de comunicarse, llora porque aún no sabe manejar sus emociones (y le llevará toda una vida hacerlo) y a veces llora simplemente porque puede hacerlo.
La otra tarde mi crío y yo dábamos un paseo en carriola y de repente empezó a llorar, en el camino nos encontró un niño con su mamá y muy intrigado el pequeño me preguntó: “Señora, ¿por qué llora su bebé?”, entre los llantos de mi hijo traté de encontrar una respuesta y me di cuenta que podía haber tantas posibilidades, le sonreí y le dije “es que ya quiere llegar a casa” aunque por dentro me dieron ganas de decirle “llora porque eso es lo que hacen, lloran”.
Si, los bebés lloran.
Después de casi 15 meses aún no me acostumbro a esto del llanto. Emiliano llora cada vez menos pero aún sigue haciéndolo, independientemente de que esté al pendiente, de que cubra sus necesidades, haga lo que haga él necesita llorar y llora.
Ayer que regresábamos de nuestras actividades venía fantaseando en un mundo alterno, donde las mamás prometíamos alimentar, cuidar, procurar y ver a nuestros pequeños siempre, siempre, a cambio de que no lloraran, a menos que fuera estrictamente necesario; todo sería más fácil,
Sueños guajiros de mamá.
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