Escrito por

Déborah Buiza G.

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Durante algunas semanas era como si fuera otra. Supongo que mis hormonas hicieron una gran explosión dejando a su paso días de migrañas, náuseas, vómitos, un cansancio galopante en el cuerpo y un mal humor que se incrementaba cuando, con buenas intenciones y en ánimo de echarme porras, me decían que disfrutara esta etapa.

¿Disfrutar los vómitos, las migrañas, el cansancio que no me deja correr y las pesadillas? No me malinterpreten, estoy feliz de estar embarazada, creo que vale la pena y está resultando una experiencia inigualable y sorprendente a cada paso, pero de eso a “disfrutar” los malestares considero que hay mucha diferencia. En mis momentos de mal humor y en los que me sentí “enferma” ansié que llegaran pronto aquellos momentos que todos me decían que hasta añoraría con el tiempo. Por días anduve preguntándome si ésta también era yo.

He de reconocer que para mí el tema de la maternidad había sido de esos que van y vienen, a veces cobrando mucha importancia y luego pasando sin pena ni gloria.

Hubo momentos en los que desee muy intensamente ser madre, casi dolorosamente, llegando hasta las lágrimas cuando cada mes llegaba la regla o cuando por un diagnóstico de hipotiroidismo la doctora que me atendía me “sentenció” a un embarazo de alto riesgo, implicando con ello la dificultad para embarazarme y de lograrlo, muy probablemente el bebé no llegaría a término.

Tiempo después de aquel diagnóstico me embaracé y como aquello de la“profecía autocumplidora” tuve una amenaza de aborto que después de varios días en cama y medicamentos se cumplió. En aquel momento no sólo sufrí la pérdida de ese bebé tan deseado, sino la esperanza de ser mamá o de tener un embarazo “normal”.

Así pasó el tiempo, con el deseo guardado en el fondo de mi corazón de ser mamá pero atendiendo muchos otros temas como la escuela y el trabajo, los que se fueron volviendo tan demandantes que no dejaban espacio, ni tiempo y probablemente ni energías para que el milagro sucediera.

Hace tiempo, RRO (mi pareja) y yo decidimos intentarlo, y al paso de un año sin éxito, nuevamente le puse pausa a aquel sueño y me enfoque en otras cosas. Y así, sin preocupación, sin obsesiones ni angustia, sin que el tema fuera la constante que marca los días y las actividades, casi sin pensarlo, sucedió.

Ya llevaba algún tiempo sintiendo algunos malestares. Uno que otro dolor de cabeza y un cansancio extraño en el cuerpo que consideraba resultado del exceso de trabajo, algún malestar estomacal que yo atribuía a haber comido algo en mal estado o alguna intolerancia alimenticia, los pechos me dolían pero entonces pensaba que pronto llegaría la regla, en realidad todo bastante tolerable y nada contundente que me hiciera pensar que estaba embarazada.

Mis sospechas empezaron a aparecer de manera tímida cuando dejé sin terminar mi acostumbrada taza de café matutina porque me dieron nauseas; días más tarde creció un poco más la duda cuando me di cuenta que ya no recordaba cuando había sido la última menstruación. Aún con un poco la duda pero sin preocupación alguna viajé en avión a Puerto Vallarta y de ahí tres horas en autobús a Tepic para asistir a una boda; otro día anduve en motocicleta con unos amigos bikers y participé en una carrera de 10kms haciendo mi mejor tiempo hasta el momento.

Un día saliendo del trabajo pensé “¿y si me hago una prueba de embarazo?”pero dude de comprarla, ¿qué tal que en una versión extraña de Ley de Murphy, gastaba en la prueba, salía negativa y al día siguiente me bajaba? . Ya estaba por tomar el transporte público rumbo a mi casa cuando me regresé a la farmacia. Aún en casa dejé para después el hacerme la prueba y fue ya que estaba a punto de dormir cuando pensé de nuevo en ella. ¡Basta de rodeos, hagámosla!

Algunas cosas necesitan ser llevadas a servicio después de cierto tiempo de uso, los manuales o instructivos lo mencionan.

En el caso de los autos después de cierto kilometraje uno tiene que llevarlos a revisión y ajustes que permitirán que el auto siga funcionando de manera correcta y que no nos deje tirados en el momento más inoportuno.

Pero nosotros no somos cosas, ni traemos manual o instructivo de uso.

Y entonces andamos mal dormidos, mal vestidos, mal comidos, mal ejercitados, con dolores físicos un día sí y otro también, con temas por resolver que van dejando su efecto en el camino de nuestros días y de nuestras relaciones.

Vamos al médico, tratamos de seguir un tratamiento, cambiamos de alimentación y modificamos hábitos porque las circunstancias nos obligan a ello, cuando de no hacerlo las consecuencias serían muy lamentables. ¿Por qué esperar hasta ese momento?

Lejos de las exigencias culturales, sociales y materiales, tal vez en el fondo, la única exigencia para el hombre es que sea la mejor versión de sí mismo y ser feliz.

¿Qué es lo que hacemos diariamente para crecer y cuidarnos? ¿Cómo procuramos nuestra felicidad? ¿Qué tanto mantenimiento nos damos para no dejarnos tirados en el momento más inoportuno?

Hablar sobre la amistad en un mes como febrero puede ser un tanto riesgoso, ese halo carmín dulzón que enrarece el ambiente y promueve el consumismo de altas cantidades de azúcar y objetos para demostrar afecto puede quitar potencia a lo que se diga sobre el amor y la amistad, pero hoy corramos el riesgo, hablemos sobre un tema casi tabú, la amistad entre mujeres.

Por principio habría que decir que una amiga no nace, se hace. Es una relación que requiere mucho trabajo y mucho de una misma, quizá de ahí su complejidad, se teje en lo cotidiano y se fortalece en los momentos extraordinarios. Pese a todo lo que pueda decirse en contra, las mujeres podemos ser grandes amigas.

Sólo una amiga puede estar ahí: En los tiempos en los que todo parece venirse abajo y después, en la reconstrucción… y por supuesto en todas las mudanzas. Cuando aparecen dos rayas en la prueba de embarazo y las hormonas te enloquecen en el proceso.

Tomando tú mano y mirándote a los ojos mientras intentas levantarte de la cama después de la cesárea. Cuando tu pie pone el grito en el cielo y acabas en urgencias sin forma de comunicarte y ella no sólo sale en tu auxilio sino que te encuentra justo en dónde estás.

Escuchando una y otra vez esos viejos (y nuevos) dramas amorosos y enredos teórico-existenciales cuando fuiste adolescente, cuando tuviste 20, 30, 40 … cuando te querías casar, cuando te querías divorciar, cuando quisiste ser madre, cuando quisiste renunciar …

Dándote el consejo, el remedio, la receta que no sólo te saca del apuro sino que te hace brillar. A un mensaje o una llamada de distancia con la palabra oportuna a la inquietud del momento, con la respuesta clave a tus oraciones.

Acompañando el aprendizaje en un aula o en las aventuras en la oficina. Corriendo a pesar de no ser lo suyo. Creyendo en ti como ser humano, esperando siempre lo mejor aunque conociera (y viviera) tú peor parte. Callando sus opiniones y prejuicios por no herirte y haciendo intervenciones oportunas cuando era necesario. Viendo por ti cuando ni tú podías verte…

Sí, ahí están y es importante reconocer que las cosas hubieran sido muy distintas de no haber contado con su presencia.

Tal vez hubo momentos duros, impactantes, dolorosos o intensos pero su sola presencia hizo una gran diferencia… La gran diferencia entre encontrarse desolado y andar acompañado por esta experiencia llamada vida.

He de confesar algo, yo he sido muy afortunada porque ella siempre ha estado ahí, incluso cuando las cosas se pusieron muy feas constantemente me repetía “el mundo no se cae, aunque parezca” y yo le quería creer, y a pesar de mi incredulidad ella se mantuvo cerca de mí, fue mi fuerza cuando se me acabo el combustible, el hombro en el que llore mis pérdidas, espejo claro y transparente en el que a través de los años he podido mirarme para seguir creciendo.

Habría también que decir que la amistad entre mujeres no florece si se abona con envidia, soberbia y falta de empatía producto de un corazón con autoestima baja o intoxicado por prejuicios y un ego engrandecido; se marchita si antes de la escucha abierta y amorosa se dejan al descuido palabras y acciones disfrazadas de torpeza o falsa franqueza.

El corazón de una mujer es fuerte pero vulnerable ante la incomprensión y la traición, sobre todo si proviene de a quien se ha considerado amiga.

Encontrar a una amiga no es fácil, serlo tampoco, requiere cuidado de la relación, compromiso, apertura y la capacidad de mirar en la otra lo bueno, lo malo, lo feo, lo ingenioso, lo divertido, lo divino y lo ausente, y aún con eso amarla incondicionalmente.

Las amigas son una gran influencia en tu vida, por ello es importante rodearse de mujeres que te puedan aportar positivamente en algún aspecto, que te fortalezcan en tus debilidades y expandan tus horizontes, mujeres sanas, guerreras, poderosas y generosas.

La relación de amistad entre mujeres es un vínculo que no tiene similar y de ahí su trascendencia e importancia, resulta un factor de protección ante la adversidad y genera crecimiento a través del acompañamiento en las distintas etapas de la vida. Tener la fortuna de contar con una amiga, o ser amiga, es una vía constante que nutre el corazón de ida y vuelta.

¡Gracias amiga por estar en mi vida!

Por Déborah Buiza G.

Publicada el 10 de febrero, 2015 • 12:00 en

http://laprimeraplana.com.mx/2015/02/10/el-mundo-no-se-cae-aunque-parezca-una-amiga-que-sostiene-tu-mano/

“Siempre el pasto del vecino es más verde” reza el dicho popular. En tiempos en los que las casas tenían patios y jardines, y uno salía a dar la vuelta, porque no había mucho que hacer o había tiempo para pasear, uno miraba el pasto del vecino y siempre, en comparación con el nuestro, parecía más verde.

Dependiendo de cómo seamos, rondaran preguntas, pensamientos, emociones y acciones respecto al pasto “más verde del vecino”, las posibilidades son infinitas (claro, unas más positivas en sus efectos que otras):

Habrá quien admire el pasto y deje pasar el asunto, quien investigue qué hacer para que su pasto luzca igual, quien se haga amigo del vecino para disfrutar de ese pasto, quien por la noche vaya a podarlo o a rociar veneno para que deje de crecer más verde, quien se dedique a correr el rumor de que fue con malas artes que el vecino logró ese pasto más verde, quien evitará caminar por esa acera para no mirar el pasto del vecino, etc., etc., etc.

Gracias a la tecnología ahora ya no son “pastos”, sino “muros” y ya no tienes que salir de casa para ver el “pasto del vecino”. Cualquier día y hora, desde la comodidad de tu casa, o la oficina, o donde quiera que puedas conectarte al Internet puedes “mirar” los “pastos” de tus vecinos, amigos, familiares, compañeros de oficina o colegio.

Y entonces parece que el pasto ajeno es aún más hermoso que antes (con la excepción de aquellos que publican puras tragedias, quejas o basura emocional): todo mundo está viajando, divirtiéndose, amando, teniendo hijos y disfrutándolo, siendo muy inteligente, teniendo un gran trabajo, una gran familia, una gran conexión con Dios, comiendo en lugares increíbles, corriendo aventuras, viéndose y sintiéndose increíble, siendo felices, etc., etc., etc.

Y ahí estas enfrente de la computadora, un día de esos en los que crees que el sol no salió para ti, despeinado, en pijama, solo, comiendo lo último que quedo en el refri, con deudas, con dudas existenciales, laborales, corporales y familiares, disgustado con la vida, con tu entorno y con todos, viendo esos hermosos “pastos”.

Pasa un día y otro igual, Jaime Sabines escribiría “…pasa el lunes y pasa el martes y pasa el miércoles y el jueves y el viernes y el sábado y el domingo y otra vez el lunes y el martes… la vida pasando como estas palabras. Lunes, martes miércoles, enero, febrero, diciembre, otro año, otro año, otra vida.”, aparentemente pasan los días y nosotros en perfecto control de la vida y de las cosas, tenemos las riendas en nuestras manos.

Pero un día cualquiera, la vida da un giro, en un segundo aquel “mundo” cambió y caes en la cuenta de que no eres omnipotente y no todo está en tus manos, ni depende de ti. Sin dramatismo, la vida es así.

Que alguien te ame como necesitas ser amado; que se enamore de ti como tú de él y te lo exprese como tú lo necesitas; que te dejen de amar, que se enamore de alguien más o te perdonen. Lo que las personas piensan y digan de ti. El día y la hora exacta en que sucede un embarazo (o no). El diagnóstico de una enfermedad, el proceso de recuperación o rehabilitación. La muerte inesperada de un ser querido.

Suena la alarma sísmica y mientras te diriges a la zona de seguridad no sabes de qué intensidad será el sismo y que pasará después. Las noticias anuncian un huracán y no sabes a qué hora empezará a llover, cuanto lloverá y cuando se detendrá. Una falla eléctrica o mecánica en el transporte público, una imprudencia de otro conductor, un accidente y sales de circulación. Una crisis económica, una manifestación… etc., etc., etc., las posibilidades de eventos inesperados y fuera de agenda son incalculables, dicen las abuelitas “uno sale de su casa y no sabes si regresarás”.

Ante tales circunstancias algo dentro de nosotros se mueve, sentimientos y emociones aparecen, en ocasiones abrumadores, invadiendo espacios y actividades, dejándonos vulnerables, expuestos.

Pero ¿qué hacer cuando las cosas están fuera de nuestro control?

Ya es agosto… y ¿los propósitos de año nuevo?, ¿en el olvido? y ¿si intentamos desde una perspectiva distinta?

Recientemente una amiga publicó en una red social algo que me gustó y me hizo sentido: enfrentarte a un reto. Tal vez para algunos pueda parecer intimidante o amenazante, pero hay algo interesante y motivador en la incógnita detrás de un reto: “¿podré hacerlo?”. Para enfrentarte al reto la respuesta clara y contundente es  “claro que puedo hacerlo” y hacer todo porque así sea, dejar un poco la condescendencia y mostrarnos rudos con nosotros mismos (o tal vez, utilizar la parte ruda que todos llevamos dentro).

Parece que lo de hoy son los retos. Conozco a varias personas que se han retado a sí mismas y se han sorprendido con los resultados, es increíble cómo podemos ir más allá de aquellos que considerábamos nuestros límites cuando nos enfocamos en algo, cuando tenemos claro que esperamos conseguir.

El reto tiene que ver contigo, con algo que te mueve, vas tú solo, no es para ser mejor que nadie ni para demostrarle a alguien algo. Es simple. Treinta o sesenta días. Tú decides.

Algunas cosas necesitan ser llevadas a servicio después de cierto tiempo de uso, los manuales o instructivos lo mencionan. En el caso de los autos después de cierto kilometraje uno tiene que llevarlos a revisión y ajustes que permitirán que el auto siga funcionando de manera correcta y que no nos deje tirados en el momento más inoportuno.

Pero nosotros no somos cosas, ni traemos manual o instructivo de uso.

Y entonces andamos mal dormidos, mal vestidos, mal comidos, mal ejercitados, con dolores físicos un día sí y otro también, con temas por resolver que van dejando su efecto en el camino de nuestros días y de nuestras relaciones. Vamos al médico, tratamos de seguir un tratamiento, cambiamos de alimentación y modificamos hábitos porque las circunstancias nos obligan a ello, cuando de no hacerlo las consecuencias serían muy lamentables. ¿Por qué esperar hasta ese momento?

Lejos de las exigencias culturales, sociales y materiales, tal vez en el fondo, la única exigencia para el hombre es que sea la mejor versión de sí mismo y ser feliz. ¿Qué es lo que hacemos diariamente para crecer y cuidarnos? ¿Cómo procuramos nuestra felicidad? ¿Qué tanto mantenimiento nos damos para no dejarnos tirados en el momento más inoportuno?

Es un hecho, necesitamos mantenimiento. Darnos tiempo, espacio y recursos para funcionar no sólo de la mejor forma sino en óptimas condiciones.

¿Por dónde empezar? ¿Por lo más urgente, por lo importante, por lo que de no atenderse mayores consecuencias traería, por lo más fácil, por lo más caro?

En algún lado escuche la propuesta de escribir algo aprendido por cada año cumplido y me pareció interesante. Los cumpleaños pueden ser un espacio para la reflexión sobre quiénes somos, quiénes hemos sido o quién nos gustaría ser, también para repasar un poco lo vivido y lo que nos gustaría vivir en adelante, puede ser buen momento para hacer un corte de caja, evaluar y tal vez pueda ser un nuevo comienzo. Para mí los cumpleaños son una suerte de “Año nuevo”, 365 días por delante para ser experimentados.

Pronto cumpliré años, mis primeros 35. En la víspera de mi onomástico me he dado a la tarea de reflexionar sobre las cosas que he aprendido durante mi paso por esta tierra, he recordado bellos y malos momentos, he buscado en mi memoria, en mi corazón, en mi pensamiento y sin duda me encuentro afortunada al contar con un capital de experiencia bastante rico.

Sin ninguna pretensión más que el hecho de compartir, aquí están las 35 cosas que encontré:

Todos tienen una opinión y está es la mía. Sin pretensiones, en realidad bastante simple y simplista, muy (pero muy) lejos del análisis político y social del experto en el tema.

En estos últimos días tan colmados de tristeza, indignación, dolor y enojo, he escuchado algunas voces diciendo que los culpables o responsables de la situación en el país son las instituciones que se han corrompido e incluso el Estado. Tal vez aprendí mal en la escuela (y aclaro que ni mis profesores ni la escuela en la que estudie tienen la culpa) pero las instituciones y el Estado están conformados por personas, me parece que responsabilizar al gran ente de las “Instituciones” y el “Estado” es aventar lejos de nosotros y de las personas con nombre y apellido los actos que tienen a nuestro país lejos del bienestar y la tranquilidad que todos nos merecemos.

Son las personas quienes se corrompen, ambicionan desmedidamente y se pervierten. Son las personas quienes han aprendido a torcer la ley y las circunstancias en su beneficio sin importar las consecuencias ni el daño a terceros.

Por poner un ejemplo, yo no diría que son las instituciones de salud las responsables de los malos momentos que he pasado en ellas, son personas con nombre y apellido quienes me trataron sin respetar mis derechos como paciente ni como persona y cuya ética dejó mucho que desear, desde el lugar en que lo miro, su actuación fue una decisión personal, porque más allá de las circunstancias, en la gran mayoría de los casos, uno puede elegir como comportarse y qué tipo de persona (y profesionista) ser.

Son personas con nombre y apellido quienes transgreden las leyes y los derechos humanos, quienes piensan que “el que no transa no avanza” y entonces sin importar a quien pisan en el camino “avanzan”.

Están registrados, tienen un padre y una madre, quienes toman lo que no es suyo, quien hace “negocios” ilegales, quienes hablan mal de los demás y boicotean su trabajo, quienes no miran en el otro a una persona a la que hay que tratar como tal (en todo momento). Son las personas cuya soberbia, prepotencia, autoritarismo y egoísmo van cometiendo actos en contra de las personas con quienes se relacionan.

Son personas con nombre y apellido a quienes no les importa el cuidado del medio ambiente, la responsabilidad social, la buena alimentación, el consumo inteligente. Son personas quienes discriminan, violentan y vulneran a otras.

Tal vez ya hemos justificado demasiado a estas personas y sus actos a través de miles de análisis y argumentos que explican el porqué son así y porque se comportan así. Tal vez sea momento de hacer algo para poner un alto y reparar los daños.

¿Quién hará algo?

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